El trabajo te hará libre

Del 17 de marzo al 29 de mayo de 2011

 

La palabra genocidio fue creada por Raphael Lemkin, en 1944, de las raíces genos (término griego que significa familia, tribu o raza) y -cidio (del latín-cidere, forma combinatoria de caedere, matar). En los debates por juzgar a los crímenes en contra de la humanidad y definir los alcances del concepto como tal, encontramos que sólo son considerados así, los realizados contra grupos nacionales, étnicos, raciales y religiosos, y no los efectuados por otros motivos, como sociales o políticos.

 

Se discute aún si se puede definir como genocidio el uso de armas de destrucción masiva, el uso excesivo de la fuerza contra civiles, el asesinato político de masas, como ocurre con el terrorismo político y religioso clandestino o el terrorismo de Estado, que consiste en la utilización, por parte de un gobierno, de métodos ilegítimos orientados a inducir el miedo dentro de una población civil determinada para alcanzar sus objetivos sociales, políticos o militares, o fomentar comportamientos que no se producirían.

 

Esta discusión de términos resulta claramente conveniente y la justificación ideal para los diferentes estados políticos que cuentan con un gran poder económico y militar. Ejemplo claro de ello es la Escuela de las Américas, organización para instrucción militar del Ejército de los Estados Unidos, de donde se graduaron más de 60,000 militares y policías de hasta 23 países de América Latina algunos de ellos de especial relevancia por sus crímenes contra la humanidad, cobrando un incontable número de vidas, y quedando al margen de un concepto que no alcanza a definir sus acciones contra la humanidad, y librando a sus líderes de ser juzgados por genocidio.

 

Así, la historia nos revela los acontecimientos más oscuros de la humanidad: matanzas por motivos raciales, nacionales o religiosos.

 

El trabajo te hará libre, es una frase truculenta y retorcida extraída del portón de ingreso a los campos de concentración de Auschwitz, que buscaba sucumbir la moral del individuo, mediante el trabajo forzado, la explotación, manipulación, y esclavitud. Esas incisivas palabras se convierten en el móvil de esta muestra conformada por una instalación que consiste en un túnel de quince metros de largo por dos de ancho. Durante el recorrido por este pasillo vacío, solo encontraremos en el piso una saturación de incontables pentágonos en blanco y negro, que hace referencia al edificio sede del Departamento de Defensa de los Estados Unidos y de un evidente poder militar del gobierno. Este trayecto nos remite una y otra vez a la historia de la humanidad, en un viaje transitorio por los pasajes más sombríos e imborrables del individuo contra el individuo; una travesía mecánica a la antesala de una cámara de gas, de un paredón, de una fábrica, de un éxodo, para encontrarse ante la frase que reza perversamente: No es genocidio, si lo hacemos nosotros…