Con una duración que abarcó casi toda la segunda mitad del siglo veinte, el conflicto geopolítico, social y cultural conocido como la Guerra Fría determinó también con fuerza el quehacer artístico del mundo entero. En el caso de América Latina, los poderosos dispositivos ideológicos impulsados por las grandes potencias encontraron, al mismo tiempo, simpatía y resistencia entre escritores, músicos, cineastas y pintores.
Indistintamente, las dos supremas amenazas de la época -el “imperialismo yanqui” y “la insurrección del proletariado”- no tardaron en convertirse en peculiares musas inspiradoras para los artistas e intelectuales más comprometidos de nuestra región. Incluso antes de siquiera definirse con claridad el fenómeno, fue posible apreciar en la obra de figuras como Joaquín Torres García o José Clemente Orozco el germen de una visión que luego sería retomada y complejizada por creadores imprescindibles como Hélio Oiticica o Juan Downey, hasta las aportaciones más recientes de Antonio Caro, Cildo Meireles o Luis Camnitzer (por nombrar sólo algunos ejemplos en que las artes visuales del continente se vieron irremediablemente marcadas por los compases de este enfrentamiento mundial).
Sin embargo, a partir del año 1989 y tras el consecuente derrumbe del llamado Bloque del Este, las anteriores condiciones parecieron cambiar radicalmente de rumbo: en América Latina las dictaduras militares hacían su retirada, algunos organismos de resistencia popular eran desmantelados, al tiempo que surgían nuevas e insospechadas alianzas políticas, económicas y corporativas… Este panorama, que aparentemente indicaba el fin del enfrentamiento, fue mutando con el correr de los años en una situación que hoy presenta nuevas aristas, contradicciones y polarizaciones.
Las generaciones más recientes de artistas americanos han recogido el legado de sus colegas antecesores, y han estado filtrando desde un nuevo enfoque -más sutil, tangencial, a veces hasta intimista, muchas veces de manera inconsciente- el devenir de este conflicto, a dos décadas de oficialmente concluido.
A través del uso de los más variados procedimientos metodológicos, poéticos y técnicos, flirteando con elementos provenientes de la publicidad, la artesanía vernácula, el periodismo, la arquitectura, la estadística, la parapsicología, la ciencia-ficción o la antropología, los artistas convocados en esta exposición pertenecen a una generación latinoamericana que creció en plena Guerra Fría, pero cuya obra se ha desarrollado con posterioridad a la caída del Muro de Berlín.
Esta exposición propone crear un contexto en el que piezas “politizadas” puedan ser leídas desde una perspectiva más existencial y sensorial, del mismo modo en que otras obras más delicadas e íntimas puedan ser percibidas desde una dimensión sociopolítica.
Por medio de sus propuestas estos artistas nos ofrecen una crónica refinada y altamente personal de los tiempos que corren y que corrieron; crónica en la que, a través de pequeños detalles domésticos o grandes acontecimientos colectivos, nos sugieren que aún hoy existen dos o tres asuntos que revisar respecto de la vigencia de este conflicto.