Hoy el 70 % de los pobres en el mundo son mujeres | Ghada Amer

Ghada Amer
Programa de Intervenciones en Espacio Público
Del 1 de febrero al 31 de mayo, 2020

 

La desigualdad social de género se traduce en una desvalorización de la fuerza productiva de trabajo del sector femenino. Salarios bajos, trabajo no remunerado y contribución desvalorada son causas del porqué hay más mujeres pobres que hombres pobres en el mundo.

 

Previo a la segunda guerra mundial el campo de trabajo de la mujer se encontraba reducido a profesiones relacionadas con tradiciones femeninas, como la mecanografía y la costura, y se esperaba que la mujer abandonara su trabajo tan pronto como tuviera hijos o se casara. Sin embargo gracias a la creciente demanda de mano de obra, debido al desplazamiento de soldados hacia las zonas de conflicto bélico, la mujer fue requerida en áreas de la industria, la medicina y la administración. Uno de los mayores problemas con los que la mujer se enfrentaba era la falta de acceso al servicio de guardería durante las horas de trabajo. En apoyo de la condición dual de ser mujer y madre, en Estados Unidos Eleanor Roosevelt promovió las primeras guarderías gubernamentales. Igualmente en Inglaterra las guarderías gubernamentales fueron impulsadas para el apoyo de las madres trabajadoras.

 

Después de la segunda guerra mundial la mayoría de las mujeres fueron despedidas de sus nuevos trabajos adquiridos, esto sin embargo no representó un retroceso en la lucha por erradicar la desigualdad de género, ya que al año el porcentaje de mujeres trabajando aumentó considerablemente

 

La desigualdad económica de género en México se encuentra sujeta a una serie de dinámicas culturales que se ven reforzadas por la falta de políticas públicas efectivas para la promoción de empleo femenino en términos de cantidad y calidad. Actualmente es necesario el diseño e implementación de un sistema nacional de cuidado infantil, para  facilitar una mayor participación laboral femenina.

 

A pesar de importantes avances en educación, las brechas de género en términos de trabajo remunerado y no remunerado en México están entre las mayores de la OCDE. Más de una tercera parte de las mexicanas entre 15 y 29 años no estudia ni trabaja comparado con uno de cada diez varones. Aunque modestamente en aumento, la participación laboral femenina en México es incluso menor que la de otras economías emergentes. Muchas mujeres mexicanas se enfrentan a importantes obstáculos que les impiden participar plenamente en el mercado laboral. Estos incluyen: la carga del trabajo no remunerado (las mexicanas dedican 4 horas diarias más al trabajo no remunerado que los hombres); los tradicionales roles de género; y la carencia de políticas de conciliación entre trabajo y vida familiar, especialmente la insuficiente oferta de servicios de cuidado infantil y de prácticas laborales flexibles. “Llevar a México a su máximo potencial”, como prescribe el Plan Nacional de Desarrollo, dependerá crucialmente de cuánto se cierren las brechas de género en la vida política, social y económica, y se promueva un cambio social verdadero.

 

Históricamente, bajo el capitalismo ha habido una invisibilidad e infravaloración del trabajo doméstico al no estar remunerado con un salario. Diversos grupos de feministas han querido poner de manifiesto que se trata de un trabajo esencial, fundamental, y no un servicio personal prestado a los hombres y a la prole. La reivindicación ha tenido también una dimensión económica importante, en el sentido de que muchas mujeres se han visto abocadas a una relación de dependencia con los hombres al no estar remunerado su trabajo. Ahí ha residido la raíz de las relaciones de poder, en los casos, por ejemplo, en los que las mujeres no han podido abandonar una relación de abuso por su situación de dependencia (Federici).

 

Ghada Amer ofrece una evidencia material, por medio de la frase construida en letras gigantes de resina roja “El 70 % de los pobres en el mundo son mujeres”, de que las mujeres son el grupo más marginado, incluso en países desarrollados. Al introducir su trabajo al contexto urbano, de manera literal y simbólica, la artista reclama su derecho, el de todas las mujeres, de ocupar el espacio público en toda su dimensión política.