Fabiola | Francis Alÿs

Fabiola o la multiplicación silenciosa

 

Del 13 de noviembre al 9 de marzo de 2014

 

 

Mi primer encuentro con Fabiola se dio en Bruselas, en septiembre de 1992, cuando me encontraba deambulando por los bazares en busca de réplicas de “obras maestras” pintadas a mano. El bajo valor comercial de las réplicas me permitiría adquirir una colección de pinturas “originales” de obras famosas; esperaba que algún día pudiera cubrir mis muros con versiones únicas de La Mona Lisa de Vinci , el Angelus de Millet o lo que pudiera encontrar.

 

Sorprendentemente, a unas cuantas tiendas del mismo bazar, se encontraban dos retratos idénticos que representaban un perfil femenino que, pese a que me resultaba familiar, no pude identificar con plenitud. Los vendedores ambulantes la llamaban Fabiola.

 

Seis meses después, ya había adquirido una docena de réplicas de la mujer del velo de Jean-Jacques Henner, mientras que mi colección de obras maestras apenas estaba conformada por un par de Angelus y una muy laboriosa versión de Las señoritas de Aviñón. Con el tiempo, terminé intercambiando mi Picasso por otra Fabiola.

 

La omnipresencia de esta pintura poco conocida fue, en cierta medida, enigmática. Me preguntaba por qué, de entre todos los modelos disponibles, el amateur insistía en copiar la pintura de un maestro olvidado del siglo XIX. La simplicidad seductora y, por ende, la sencillez de su reproducción no eran razones suficientes para explicar ese poder para multiplicarse. Percibí una ignorancia mutua: mientras que los pintores profesionales se inspiraban en Marcel Duchamp, los pintores casuales parafraseaban a Jean-Jacques Henner. Fabiola estableció un criterio diferente de lo que podría ser una obra maestra.

 

Francis Alÿs

Ciudad de México, septiembre de 1994.